La Alhambra, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1984, es
una ciudad palatina situada sobre la colina de la Sabika, junto al río
Darro. Su nombre procede del color de sus muros (Al-Hamra en árabe) que
fueron fabricados con la propia arcilla del terreno, de ahí su color
rojizo.
El complejo está formado por los jardines del Generalife,
los Palacios Nazaríes y la Alcazaba, de construcción árabe. De factura
cristiana encontramos el palacio de Carlos V y la iglesia de Santa
María, construida sobre la antigua mezquita. Los Palacios Nazaríes están
agrupados de forma irregular y las distintas estancias se comunican
entre sí por patios o galerías.
Los orígenes de la Alhambra datan
del siglo IX, cuando comenzó a utilizarse la Alcazaba como refugio. Fue
en el siglo XIII cuando el primer monarca nazarí, Mohamed I, fijó su
residencia real en ella. Su sucesor, Mohamed II, terminó el recinto
amurallado. En el siglo XIV, con los reinados de Yusuf y Mohamed V, la
Alhambra adquirirá su apariencia monumental y preciosista que conocemos
hoy. Yusuf construyó el núcleo del Palacio de Comares, con la gran torre
que se proyecta sobre la ciudad. El recinto interior del Palacio
albergaba el trono del sultán, situado bajo la cubierta que representa
el concepto del universo de Alá. Además, este monarca enriqueció el
recinto con puertas monumentales, como la de las Armas (principal
entrada a la Alhambra) o la de la Justicia.
Mohamed V, reformó el
palacio de Comares, añadiéndole la espectacular fachada del patio del
Cuarto Dorado. También construyó el innovador Palacio de los Leones,
dejando de lado el modelo de palacio existente hasta ese momento y
creando un nuevo modelo de estructura cuatripartita inspirada en los
modelos orientales del Islam.
La Alhambra es un ejemplo sin
igual de cómo la luz y el agua ofrecen importantes efectos decorativos a
la arquitectura. Una cuidada elección de los materiales hace que su
ornamentación cambie según la incidencia de la luz. El agua funciona a
modo de espejo reflejando la arquitectura y los elementos decorativos,
contribuyendo a una sensación de paz. Además, en combinación con la luz,
origina composiciones ilusorias y suaviza la arquitectura horizontal,
tal y como se puede apreciar en el Patio de los Arrayanes.
La
Alhambra quedó abandonada en el siglo XVIII. Durante la dominación
francesa parte de la fortaleza fue volada y hasta el siglo XIX no se
comenzó su reparación, restauración y conservación, que aún se mantiene.
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